
La concepción de amor occidental comienza a gestarse en el siglo XII con la constitución de un código que normaba y, por lo tanto, delimitaba qué era el amor y cómo debía vivirse. Estamos hablando del “amor cortés”, concepción a través de la cual se desarrolla una relación de adulterio, pero permitida socialmente. Es decir, la dama –generalmente, esposa de un Señor feudal– mantenía una relación con un caballero (inferior socialmente) quien, además, se transformaba en el vasallo de su esposo. El amor cortés estaba influido por las ideas del feudalismo, principalmente de la caballería, y requería la adhesión a ciertas reglas elaboradas en las canciones de los trovadores. Su desarrollo ocurría en los castillos y constituyó el desplazamiento de una idea de amor carnal (influida por el “Ars Amandi” de Ovidio) hacia una concepto de amor en que el amante se mantiene en un estado permanente de amor contemplativo a la dama, es decir, ama por amar. De esta forma, asume que nunca obtendrá el objeto deseado, la dama, y, también, que no habrá batalla ni pugna por ella; acepta amarla sin esperar nada a cambio. Utiliza, entonces, un tono melancólico y doliente que expresa la paradoja de estar viviendo un dulce mal amor.
Juan Boscán nació en Barcelona en 1493 y murió en la misma ciudad en 1542. Sirvió a la corte del Emperador Carlos V. Cultivó la lírica tradicional cortesana.
A continuación lee uno de sus poemas:
CANCIÓN
Señora doña Isabel,
tan cruel
es la vida que consiento,
que me mata mi tormento
cuando menos tengo dél.
Pero vivo,
con la gloria que recibo,
tan ufano en los amores,
que procuro de estar vivo
porque vivan mis dolores.
Vivo de mi pensamiento
tan contento,
que es mi congoja mayor,
si no hallo el sufrimiento
conforme con el dolor.
Yo querella
no puedo de vos tenella:
sólo de mí estoy quejoso,
si mi pena en padecella
me conoce temeroso.
La pena queda vencida,
ya perdida,
pues vuestra merced, señora,
ha sido la vencedora
de las fuerzas de mi vida;
de tal suerte
que no puede ya la muerte
ser conmigo sino muerta,
pues tengo por buena suerte
ser en mí la pena cierta.
Mis congojas de bien llenas
son tan buenas,
por la causa que es tan buena
que no podéis darme pena
sino con no darme penas;
mas parece
que un contrario se me ofrece,
tan grave, que ved cuál quedo:
que el alma dice: "Padece",
y el cuerpo dice: "No puedo".
Actividad:
Responde las siguientes preguntas:
1. ¿Cómo es la relación entre el sujeto del poema y doña Isabel? Descríbela.
2. ¿Qué visión de amor está presente en el poema? ¿Qué elementos en él te ayudan a identificarla? Fundamenta tu respuesta.
3. ¿Qué relación mantiene el poema con el amor cortés? Fundamenta tu respuesta.